Alejandro Magno, el gran conquistador macedonio, es recordado principalmente por sus épicas campañas militares y su ambición desmedida.
Sin embargo, detrás del hombre que forjó uno de los imperios más vastos de la historia, también hubo un número significativo de mujeres que influyeron en su vida personal y política.
Entre ellas destacan tres figuras clave: Roxana, Estatira y Parisátide, mujeres que, más allá de su papel como esposas, desempeñaron roles decisivos en las complejas redes de poder que rodeaban al conquistador.
Estas relaciones no solo definieron aspectos importantes de su vida, sino que también marcaron el destino de sus descendientes y del imperio que dejó tras su prematura muerte.
Roxana: El amor y la política en Bactria
Roxana, la mujer más importante en la vida de Alejandro, fue una princesa bactriana, hija de un noble local llamado Oxiartes.
La historia de su encuentro con Alejandro es tan romántica como política.
Tras la conquista de Bactria en el 327 a.C., Alejandro se encontró con Roxana y, según cuentan las crónicas, quedó fascinado por su belleza y carácter. Se casó con ella no solo por amor, sino también por razones estratégicas: unir a su imperio con las regiones conquistadas.
A través de este matrimonio, consolidó su control sobre una región que había sido especialmente difícil de someter.
Roxana dio a luz a dos hijos de Alejandro, aunque solo el segundo, Alejandro IV, sobrevivió, naciendo poco después de la muerte de su padre. Tras el fallecimiento de Alejandro en el 323 a.C., Roxana se trasladó a Macedonia, donde luchó ferozmente por garantizar los derechos de su hijo como legítimo heredero.
Desafortunadamente, esta lucha la llevó a tomar decisiones drásticas, como ordenar el asesinato de Estatira, su rival, para asegurar el poder.
Sin embargo, su propio final fue trágico: ella y su hijo fueron asesinados en el 309 a.C., víctimas de las disputas por el control del imperio.
Estatira: La unión política con Persia
Estatira, hija del rey persa Darío III, fue la segunda esposa de Alejandro Magno.
Su matrimonio fue parte de las Bodas de Susa en el 324 a.C., un gran evento organizado por Alejandro en el que decenas de sus oficiales macedonios se casaron con mujeres persas.
Esta unión tenía un claro objetivo político: consolidar la fusión entre las élites persas y macedonias, y garantizar la lealtad de los nobles persas a su imperio.
A pesar de la magnitud del evento, la relación entre Alejandro y Estatira fue puramente estratégica.
Ella representaba una forma de legitimar su dominio sobre Persia tras la derrota de Darío. Alejandro la trató con respeto, pero su verdadero amor siempre fue Roxana.
Tras la muerte de Alejandro, Estatira fue asesinada por orden de Roxana, que temía que el hijo que pudiera haber tenido con Alejandro amenazara los derechos de su propio hijo.
Esta acción subraya las luchas de poder despiadadas que se desataron tras la muerte del conquistador.
Parisátide: La tercera esposa olvidada
Parisátide, hija del rey Artajerjes III, fue la tercera esposa de Alejandro.
Al igual que Estatira, su matrimonio con Alejandro también fue parte de las Bodas de Susa, y sirvió a los mismos propósitos políticos.
No obstante, su papel en la vida de Alejandro fue aún más discreto, y las fuentes históricas mencionan poco sobre ella, más allá de que también fue asesinada tras la muerte de Alejandro, como parte de las intrigas de Roxana para consolidar el poder de su hijo.
Parisátide, a pesar de su linaje real, no dejó descendencia conocida con Alejandro, lo que limitó su influencia en los eventos posteriores a la muerte del rey macedonio.
Sin embargo, su matrimonio representó un intento de Alejandro por integrar las dinastías reales persas en su proyecto imperial, algo que sería desmantelado tras su muerte, cuando los generales macedonios comenzaron a distanciarse de estas alianzas.
Otras mujeres en la vida de Alejandro
Además de sus esposas, hubo otras mujeres importantes en la vida de Alejandro, como Barsine, una mujer persa con la que tuvo un hijo ilegítimo llamado Heracles.
Barsine había sido capturada tras la batalla del Gránico y se convirtió en amante de Alejandro, aunque su relación nunca alcanzó el estatus de matrimonio formal.
Tras la muerte de Alejandro, Heracles fue visto como un posible sucesor, pero al igual que otros posibles herederos, fue eliminado en las luchas de poder que siguieron.
Otra figura clave fue Olimpia, la madre de Alejandro, quien ejerció una influencia formidable sobre su hijo desde su niñez.
Famosa por su carácter dominante y su habilidad política, Olimpia siempre estuvo involucrada en los asuntos de su hijo, incluso después de su muerte.
Protegió a Roxana y a Alejandro IV durante un tiempo, pero eventualmente, Olimpia también fue asesinada en las luchas por el trono.
El legado de las mujeres en la vida de Alejandro
Las mujeres en la vida de Alejandro Magno no fueron simplemente figuras pasivas en la sombra del gran conquistador. Cada una, a su manera, desempeñó un papel en los complejos juegos de poder de su época.
Roxana luchó hasta el final por asegurar el futuro de su hijo, Estatira y Parisátide representaron las ambiciones de Alejandro de fusionar las culturas persa y macedonia, y figuras como Barsine y Olimpia añadieron aún más capas a la intrincada red de alianzas y traiciones que rodearon la vida y la muerte de Alejandro.
A través de sus relaciones con estas mujeres, Alejandro no solo consolidó su imperio, sino que también mostró su habilidad para usar el matrimonio como una herramienta de poder.
Sin embargo, como en muchos casos a lo largo de la historia, estas alianzas matrimoniales también sembraron las semillas de la tragedia, ya que las rivalidades entre las esposas de Alejandro contribuyeron a la violenta desintegración de su imperio tras su muerte.























